Las secuelas del derrame de Repsol: “No nos alcanza. Las chalanas están deterioradas y no salen desde hace dos años”

Desde el balcón del local que alquila Fanny Tamayo Yarasca, frente al puerto de Chancay, se ven las chalanas despintadas por el sol, arribadas a la orilla. Así es como se conoce a las pequeñas embarcaciones artesanales. Las más chiquitas no regresaron al mar por falta de mantenimiento tras el derrame de petróleo en el terminal marítimo La Pampilla, operado por la multinacional Repsol, en enero de 2022. Luego de 27 meses, otro verano de producción se perdió para las mujeres que, como Fanny Tamayo, enviaban su pequeña embarcación al mar a cargo de otros pescadores o la alquilaban, dependiendo de la temporada.“Yo alquilaba [la chalana] a los que necesitaban pescar, salían a las dos o tres de la mañana, pero para darla tenía que estar bien su mantenimiento. En verano había más pesca, pero en invierno siempre era difícil y hasta un poco más peligroso”, cuenta Tamayo, 50 años, pelo rojizo y 1 metro 50 de estatura. “Yo he sido bien guerrera en esto, cuando no había, he tenido que jalar mi chalana, mojarme los pies y juntarme con los chicos que también venden pescado, luego entre todos repartirnos la cuenta”, dice.Si bien ella no nació en una familia de pescadores, llegó a conocer muy bien las dinámicas y prácticas en el puerto al casarse con un difunto pescador de Huacho hace más de 30 años. “Es usual que las chalanas salgan con hombres e hijos de una familia, pero en mi caso, yo daba la mía al no tener a mi esposo conmigo. Yo necesitaba ingresos para mis hijos, para mis gastos”, cuenta mientras mira los botes arrimados en la arena de la orilla. El suyo, le permitía ingresos diarios que variaban entre los 200 a 500 soles (entre 50 y 130 dólares).

Poco se habla del papel de la mujer en la pesca por las dinámicas mismas de un oficio que pone el énfasis en las labores del hombre. Sin embargo, según un estudio de valorización económica para analizar los impactos del derrame, realizado por la ONG

Cooperacción, del total de mujeres jefas de hogar en las familias pescadoras, el 28.9 % eran comerciantes del sector pesca, mientras que el 22.2 % eran pescadoras.

Como miembro de la Asociación de Mujeres Armadoras y Emprendedoras de Embarcaciones Menores del Puerto de Chancay, agrupación conformada antes de la pandemia, Fanny Tamayo y las demás mujeres se organizaron para proveer sus hogares tras la noticia del derrame de petróleo.

“Vimos cómo el mar reventaba negro contra la peña”

“Tengo amigas, mujeres que tienen sus esposos que salían a pescar en sus chalanas y ellas vendían la pesca en la orilla. Igual yo, veía por mi pesca con un joven desde muy temprano”, comenta Fanny Tamayo al recordar el oficio al que se dedicaba y que no ha vuelto a ejercer.

Cuando se enteró del desastre ocasionado por el derrame, no pensó que el petróleo llegaría a Chancay, el puerto donde ella vive y que está a 50 kilómetros de Ventanilla, el lugar donde las operaciones de descarga de crudo terminaron en el mar. “Después de unos días nos enteramos que el petróleo ya estaba por Chacra y Mar [una playa a ocho kilómetros de distancia de Chancay]. Fuimos a la capitanía y no nos hicieron caso”, cuenta.

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